Un platense entre los mayores inventores reconocidos en EE.UU

Se trata del doctor Julio Palmaz, creador del stent coronario. El otro latinoamericano presente también es un argentino

Diario El Día – La Plata – Buenos Aires

Aunque suele pensarse en la birome como el invento argentino que ha llegado más lejos a nivel mundial, el Salón de la Fama de los Inventores no lo considera así. De hecho, apenas dos creadores latinos integran su plantel de figuras reconocidas por sus aportes a la humanidad. Ambos son argentinos, y uno de ellos es platense: el doctor Julio Palmaz, inventor del stent.

Inaugurado en 1973 en Estados Unidos para celebrar a las mentes más brillantes en materia de innovación tecnológica, el Salón de la Fama de los Inventores incluye actualmente a unas 500 personalidades de todo el mundo, cuyos aportes han representado avances significativos para la humanidad. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, Thomas Edison y los hermanos Wright, los responsables del primer avión a motor.

Aunque para muchos arbitraria, la selección de figuras reconocidas por el Salón de la Fama sólo incluye dos inventores latinos. Así trascendió días atrás cuando la entidad anunció su intención de incorporar nuevas personalidades latinoamericanas. Lo cierto es que por lo pronto sólo incluye a dos: Julio Palmaz, por haber creado el stent coronario; y Miguel Angel Ondetti, por el captopril, la primera de una nueva generación de drogas contra la hipertensión.

EL STENT

Si los logros de un médico se midieran por la cantidad de vidas que ha contribuido a mejorar, los del doctor Julio Palmaz equivaldrían a la población de un país como Australia. Tal es la transcendencia del stent, una innovación que revolucionó la cardiología mundial.

Como muchos saben, el stent cardiovascular consiste en una pequeña malla metálica que evita que las arterias vuelvan a cerrarse luego de una angioplastía. Gracias a él, ocho de cada diez pacientes que antes hubieran requerido una cirugía de corazón a cielo abierto hoy encuentren salida en un procedimiento que se realiza con anestesia local.

Si bien el stent constituye su principal aporte a la medicina, Palmaz creó además otros dieciseis productos innovadores aplicados a la cardiología, publicó más de veintiseis libros y capítulos de textos dedicados a su especialidad y es integrante del comité editorial de prestigiosas revistas de cardiología.

Aunque actualmente reside en Estados Unidos -donde combina su pasión investigadora con sus viñedos californianos y una empresa de productos alimenticios en Texas- este destacado profesional obtuvo gran parte de su formación en La Plata, su ciudad natal.

EGRESADO DE LA UNLP

Nacido el 13 de diciembre de 1945, Julio Palmaz cursó la primaria en la Escuela Anexa Joaquín V. González, el secundario en el Colegio Nacional Rafael Hernández y se graduó en la facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata en 1971.

Tras desempeñarse como docente autorizado en el Hospital San Martín, el Italiano y el Instituto Médico Platense, el doctor Palmaz emigró a Estados Unidos y se especializó en Radiología en la Universidad de California. Fue allí donde comenzó a desarrollar la idea que revolucionaría su especialidad.

“Para mí fue un sueño, una cosa inesperada. Cuando yo empecé con el stent lo primero que tuve fue miedo a que pudiera producir algún tipo de daño. En la historia de los aparatos cardiovasculares hubo muchos errores y fracasos que resultaron trágicos”, le confesó el doctor Palmaz a EL DIA durante una de sus visitas a La Plata, tras ser declarado Ciudadano Ilustre, Profesor Honorario de la Universidad y Maestro de la Cardiología Platense.

Lo cierto es que los estudios clínicos y los resultados hicieron que en poco tiempo se comprendiera la enorme importancia que podía tener el stent para muchísimas personas. “Si me hubieran preguntado en la primera etapa qué proporción de pacientes que llegaban al cateterismo iban a recibir stent, hubiera opinado que el 5%. Jamás imaginé que alcanzaría al 80% de ellos”, dijo el médico.

Aun así, Palmaz siempre sostuvo que para él su creación “es una curita”. “Uno no cura con el stent la enfermedad; sino que ayuda al enfermo a seguir adelante. Lo más importante es que los cardiólogos aprendieron a usar el método a la perfección. Yo tenía miedo de que resultara una tecnología complicada y me satisface ver que hoy se ha convertido en una rutina”, comentó.

Esa rutina, a la que se someten miles de pacientes cada año, consiste en introducir en la arteria obstruida un catéter, que posee en su punta un pequeño globo desinflado alrededor del cual se encuentra la malla metálica del stent. Cuando éste, que suele ser introducido por la pierna, alcanza el punto de obstrucción, se infla abriendo el stent. Una vez instalado, éste evita que las paredes interiores de la arteria vuelvan a cerrarse.

Si Palmaz no había imaginado el enorme aporte para la medicina que iba a significar su invención, tampoco el hecho de que él mismo habría de recibir alguna vez un stent. “Ser paciente de una tecnología que uno ayudó a desarrollar es quizás la última prueba”, reconoció alguna vez.

ONDETTI

También Miguel Angel Ondetti, el otro latinoamericano que integra el Salón de la Fama, alcanzó su reconocimiento en Estados Unidos por un valioso aporte en el campo de la salud cardiovascular.

Nacido en Buenos Aires en 1930, Ondetti se doctoró en la Universidad de Buenos Aires y desarrolló su carrera en el seno de la empresa norteamericana Bristol-Myers Squibb. Fue allí donde tras más de veinte años de trabajo logró desarrollar el captopril, el primer tratamiento que apunta a la angiotensina para controlar la hipertensión.

Con el captopril se dio impulso a un campo de la investigación médica entonces desconocido: la inhibición de la enzima convertidora de la angiotensina. Su hallazgo logró reducir significativamente el índice de muertes en pacientes con fallo cardíaco por congestión.

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