LAS COSAS EN SU LUGAR: BELGRANO Y EL DÍA DEL SEGURO

El pionero en el desarrollo y difusión del seguro nacional, el Dr. Manuel Belgrano, no obtuvo el merecido reconocimiento oficial, porque hace 68 años, en su lugar fue entronizado Bernardino Rivadavia. Otra demostración de “la vieja historia oficial».

SÍNTESIS CONCEPTUAL

Resulta indudable la acción pionera y clarividente de don Manuel Belgrano en el ámbito asegurador. Es del caso entonces señalar que la propuesta de Rivadavia del 21 de octubre de 1811 fue, simplemente, la decisión de retomar -a quince años vista- un proyecto sobre materias que no había profundizado, por lo cual la iniciativa terminó cómo era previsible: arrumbada en el plano meramente burocrático, porque no aportaba nuevos elementos a lo pergeñado por Belgrano y porque los tiempos políticos no ofrecían marco adecuado para hacer viable la iniciativa.

¿Entonces, por qué “la historia oficial” le sigue asignando sólo a Bernardino Rivadavia el privilegio de único adelantado y visionario en esta materia? Obviamente, no existe una respuesta cabal, pero -a falta de ella- y sin el ánimo de propiciar un revisionismo histórico fuera de época, considero de estricta justicia dedicar estas páginas a los lectores interesados en profundizar cuestiones alejadas de la (a veces) frenética demanda informativa propia de los tiempos modernos, para “refrescarnos” en el recuerdo de las acciones de uno de los grandes hombres que han contribuido a delinear nuestra nacionalidad. Simplemente, de eso se trata, en la intencionalidad de esta modesta investigación histórica.

Tengo en claro que el seguro argentino no puede ser ajeno a los claroscuros, privilegios y maniqueísmos que frecuentemente jalonan nuestra “historia oficial”. Es el caso, por ejemplo, de lo expuesto en este trabajo, basado en datos ciertos y comprobables. Ojalá sirva a alguien, como simple disparador para estudios de mayor vuelo y profundidad.

Los antecedentes

En el documento de consagración del “Día del Seguro” (nota 2), se explica que “es del caso instituir, como lo aconseja la Superintendencia, el día 21 de octubre de cada año para conmemorar así la primera iniciativa gubernamental, atribuida a Don Bernardino Rivadavia, para la creación de un banco de descuentos y de una compañía de seguros marítimos, que aunque no llegó a materializarse, se concretó el 21 de octubre de 1811 en una nota dirigida por el Primer Triunvirato al Tribunal del Consulado.”

Quien se haya tomado el trabajo de indagar mínimamente en la historia del seguro argentino, rápidamente comprobará la ligereza de la afirmación que fundamentó esa decisión. Más allá de los méritos que puedan asignarse a Bernardino Rivadavia en otros ámbitos, lo cierto es que en el del seguro, su actuación es respetable, pero sólo tangencial y secundaria, comparando la demostrada por varios antecesores y -principalmente- por don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, con mucha anterioridad.

Téngase en cuenta que Rivadavia era simplemente uno de los secretarios del Triunvirato que integraban Chiclana, Sarratea y Paso. Y que, aún hoy, los historiadores no se ponen de acuerdo en si la iniciativa para la creación de una compañía de seguros, correspondió a Rivadavia (según el historiador Andrés Lamas); al cuerpo colegiado (en opinión de Vicente  Fidel López: “el honor del primer paso pertenece a los señores Chiclana, Sarratea y Paso, miembros del gobierno ejecutivo de 1811 y al señor Rivadavia que desempeñaba la secretaría de este gabinete”); o a Juan José Paso, gran conocedor de los temas económicos (según otros investigadores).

Por otra parte, como lo señaló Pedemonte (nota 1), “Rivadavia no podía desconocer las teorías y las ideas económicas sustentadas por Belgrano muchos años antes, las cuales pudieron servirle como base para la concepción de sus planes de engrandecimiento colectivo en su país (…).”

Además, en el Plan de Operaciones del “Programa de Acción de la Junta Provisional Gubernativa” (punto VI,13) terminado por Mariano Moreno el 30 de agosto de 1810 (se cree que a instancias de Belgrano), se propicia “el establecimiento de la casa de seguros nacionales, que debe crearse para las negociaciones a países extranjeros, del que podrán resultar grandes ingresos a los fondos públicos”.

Y yendo aún más atrás en nuestra historia, puede comprobarse que el Marqués de Loreto, virrey de Buenos Aires, “con el propósito de incrementar el comercio local, se había preocupado por la falta de aseguradores locales, por lo cual quienes ejercían actividades comerciales debían recurrir a Europa para cubrir sus riesgos.”

¿Entonces, por qué “la historia oficial” le sigue asignando sólo a Bernardino Rivadavia el privilegio de único adelantado y visionario en esta materia? Obviamente, no existe una respuesta cabal, pero -a falta de ella- y sin el ánimo de propiciar un revisionismo histórico fuera de época, considero de estricta justicia dedicar estas páginas a los lectores interesados en profundizar cuestiones alejadas de la (a veces) frenética demanda informativa propia de los tiempos modernos, para “refrescarnos” en el recuerdo de las acciones de uno de los grandes hombres que han contribuido a delinear nuestra nacionalidad. Simplemente, de eso se trata, en la intencionalidad de esta modesta investigación histórica.

Las iniciativas de Belgrano

Como bien lo señala Pedemonte (nota 3), “algunos historiadores y comentaristas (…) han afirmado coincidentemente que la primera iniciativa tendiente a organizar en el Río de la Plata una empresa de seguros, partió del primer Triunvirato en 1811, a propuesta del señor Bernardino Rivadavia, habiéndose atribuido también la misma idea por otros comentaristas al Dr. Juan José Paso, miembro del citado gobierno. Consideramos que la afirmación no es históricamente exacta (…) Y queda dicho que no es exacta en virtud de los antecedentes a los cuales hemos de referirnos de inmediato, con lo que quedará aclarado un error histórico y probado también que el primer eslabón, la primer idea esbozada concretamente, pertenece a D. Manuel Belgrano, sin que pueda interpretarse esta apreciación como un propósito de restar mérito a la ilustre personalidad del señor Rivadavia.”

Y prosigue certeramente (aunque omitiendo otros antecedentes): “En efecto: al recorrer los anales de la vida de Belgrano, (…) los cuales a su vez se encuentran corroborados en documentos históricos, como las Actas del Real Consulado de Buenos Aires (1796) y en la Memoria titulada: Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio de un país agricultor, leída por el licenciado D. Manuel Belgrano, abogado de los Reales Consejos y Secretario por S.M. del Real Consulado de esta Capital, en la sesión que celebró la Junta de Gobierno a 15 de junio de 1796. (…) En esta Memoria (…) Belgrano formula todo un vasto plan de gobierno (…) y después de sostener la necesidad de dignificar los métodos comerciales, elevando el concepto y la misión de quienes lo ejercen, formula como conclusiones la necesidad de fundar una Escuela de Comercio (nota 4) y además que se establezca una Compañía de Seguros Marítimos y Terrestres. He aquí una notable concepción cuya elocuencia es difícil de transcribir; Belgrano señala dos caminos para tener un comercio inteligente, culto y honesto: una Escuela de Comercio donde se enseñen las materias y tópicos afines a esta actividad, y una Compañía de Seguros, que es el complemento indispensable para el comercio razonablemente organizado. Y así lo confirma Belgrano, cuando para explicar su pensamiento dice al Consulado: ‘Otro de los medios de proteger el comercio es establecer una compañía de seguros, tanto para el comercio marítimo como para el terrestre; sus utilidades son bien conocidas, tanto a los aseguradores como a los asegurados, y deberán empeñarse en semejante compañía al principio, todos aquellos hombres pudientes de esta Capital y demás ciudades del Virreynato, a fin de que desde sus principios tuviese grandes fondos, dispensándole este Cuerpo (el Consulado) toda protección posible’ ”

En el contexto planteado, no resulta un dato menor resaltar que, a partir de esa iniciativa de Belgrano, de inmediato Julián del Molino Torres (nota 5) logró aunar la voluntad y el capital de vecinos destacados”, a punto tal que pocos meses después (el 7 de noviembre de 1796) quedó constituida la Compañía de Seguros Marítimos La Confianza, primera aseguradora de capitales netamente criollos (Recuérdese que, hasta allí, en estas tierras sólo operaba -desde 1784- una agencia de “La Real Compañía de Seguros Terrestres y Marítimos de Madrid”).

Como ha quedado expuesto, resulta indudable la acción pionera y clarividente de don Manuel Belgrano en el ámbito asegurador. Es del caso entonces señalar que lo de Rivadavia fue, simplemente, la decisión de retomar -a quince años vista- un proyecto sobre materias que no había profundizado, por lo cual la iniciativa terminó cómo era previsible: arrumbada en el plano meramente burocrático, porque no aportaba nuevos elementos a lo pergeñado por Belgrano y porque los tiempos políticos no ofrecían marco adecuado para hacer viable la inquietud.

El conocimiento del seguro por parte de Belgrano

¿Por qué esa visión tan certera de Belgrano sobre nuestra actividad? Básicamente porque en la Universidad de Salamanca, donde se matriculó como abogado en 1792, demostró una especial inquietud por la economía política, llegando a ser miembro de la importante Sociedad de Economía Política”, participando activamente en la escuela de Campomanes (el economista más relevante en esa época) y -fundamentalmente- abrevando en materia aseguradora de la mano de don Gaspar Melchor de Jovellanos, un asturiano especializado en estudios de economía política en la Universidad de Salamanca, donde llegó a ser miembro titular de la Academia de esa especialidad.

Al respecto dice Pedemonte en la obra antes citada: “(…) en los escritos de Jovellanos se halla un Discurso para el establecimiento de una Compañía Nacional de Seguros, que tuvo en España una extraordinaria resonancia y fue pronunciado por su autor en Madrid el 20 de septiembre de 1789, año en que Belgrano hallábase precisamente en la madre patria.”

A mayor abundamiento señalemos que Belgrano, en la aludida Memoria del 15 de junio de 1796, indica: “Si a estos medios se agrega el establecimiento de un fondo con destino a socorrer al labrador en el tiempo de las siembras y de la recolección, ¿quién podrá negar que es uno de los principales fomentos que se pueden proporcionar a la agricultura y podrá alguno dudar de las ventajas que resultarían de él, sin más que el labrador beneficiado devuelva en grano al corriente de la plaza la cantidad que se le franquee…?”

En definitiva, el proyecto del prócer no llegó a concretarse cabalmente (más allá de la creación de La Confianza), porque -como lo explica en su autobiografía- “ni ésta ni otras propuestas a la Corte, con el objeto de fomentar los tres importantes ramos de agricultura, industria y comercio, de que estaba encargado por la corporación consular, merecieron la aprobación: no se quería más que el dinero que produjese el ramo destinado a ella; se decía que todos estos establecimientos eran de lujo (entre ellos hasta las escuelas) y que Buenos Aires no se hallaba todavía en condiciones de sostenerlas”. Y concluía: “Otros varios objetos de utilidad y necesidad promoví que poco más o menos tuvieron el mismo resultado, y tocará al que escriba la historia consular dar una razón de ellos; diré yo, por lo que hace a mi propósito, que desde el principio de 1794 hasta julio de 1806 pasé mi tiempo en igual destino, haciendo esfuerzos impotentes a favor del bien público; pues todos o escollaban en el gobierno de Buenos Aires o en la Corte o entre los mismos comerciantes, individuos que componían este cuerpo, para quienes no había más razón, ni más justa, ni más utilidad, ni más necesidad que su interés mercantil; cualquier cosa que chocase con él, encontraba un veto sin que hubiese recurso para atacarlo.”

El resaltado y subrayado es del autor de esta nota, porque obvia mayores comentarios y plasma en palabras, conductas que la historia posterior también demostró muchas veces en nuestro ámbito y en otros relativos al desarrollo general del país.

¿Los méritos, para quién?

Pese a hurgar e indagar muchas veces en este aspecto de nuestra historia, confieso no tener una respuesta única ante la pregunta del título.

¿Quién es el verdadero precursor del desarrollo del seguro en nuestro país: el Marqués de Loreto, Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Bernardino Rivadavia, o algún o algunos otros que el autor de esta líneas no ha identificado? Pareciera que los datos objetivos privilegian, muy diferenciadamente, la figura de Belgrano.

Pero, en un último análisis: si halláramos una respuesta unívoca ¿qué importancia tendría o en que cambiaría el curso y la actualidad del mercado? Tengo para mí que la respuesta es clara: absolutamente en nada fundamental, pero sí en el establecimiento de un equilibrio que nunca deberíamos perder.

¿Por qué entonces la razón de este trabajo de indagación histórica? Simplemente por el convencimiento de que las instituciones (¡y vaya si el seguro lo es!) no resultan sólidas si son “construidas” con bases fundacionales incompletas o tendenciosas.

Aprehender (con “h” en el medio) nuestras raíces, sin prejuicios ni dogmatismos, forma parte de la necesaria consolidación de nuestra identidad y del futuro desarrollo de nuestra actividad.

Tanto el ocultamiento de cualquier idea como la censura a cualquier persona, son reprochables y -a veces- hasta perversas.

En esa línea de pensamiento se inscribe este trabajo.

Tengo en claro que el seguro argentino no puede ser ajeno a los claroscuros, privilegios y maniqueísmos que frecuentemente jalonan nuestra “historia oficial”. Es el caso, por ejemplo, de lo expuesto en este trabajo, basado en datos ciertos y comprobables. Ojalá sirva a alguien, como simple disparador para estudios de mayor vuelo y profundidad.

Colofón y un merecido reconocimiento

El estudio que antecede, recopila lo expuesto por mí desde la década del ’80, en distintos cursos, paneles especializados, conferencias y -especialmente- el 27 de octubre del 2004 en el sitio web de la Asociación Argentina de Productores Asesores de Seguros-AAPAS (actualmente desactivado en cuanto al material del período 2002/2010).

Por ello me complace resaltar que, posteriormente a dichos trabajos, el Comité Asegurador Argentino formuló un reconocimiento a la actuación de Dn. Manuel Belgrano, cuando el 20 de octubre del 2011, en el marco de una nueva celebración del Día del Seguro, el licenciado Francisco Astelarra -en representación de dicha institución-, formuló un anuncio merecedor de las más cálidas felicitaciones:

Finalmente no podemos dejar de mencionar que nuestro sector cumplió ya los 200 años de operaciones continuas en la Argentina. Por esta razón nos pareció oportuno celebrar tan importante aniversario, nombrando como PATRONO DE LA ACTIVIDAD ASEGURADORA a quien fuera el principal hombre que incentivó el desarrollo del seguro argentino desde 1796 en su cargo de Secretario del Real Consulado de Buenos Aires y en los años posteriores, proponiendo la creación de la primera compañía de seguros para apoyar la industria y el comercio. Nos referimos a Don Manuel Belgrano, cuya preocupación por el progreso y el desarrollo de nuestro país lo convierte en una de las mayores figuras nacionales. De esta forma contribuimos a rendir un justo homenaje a su memoria.”

Téngase en cuenta que el Comité Asegurador está constituido por cuatro de las siete Cámaras empresarias sectoriales: la Asociación Argentina de Compañías de Seguros, Aseguradores del Interior, Aseguradores de Vida y Retiro, y la Unión de Aseguradoras de Riesgos del Trabajo, generadoras de la mayoría del primaje nacional.

Recordemos, por otra parte, que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ha sido instituida como Patrona del Seguro.

Vaya finalmente un dato adicional no menor: desde la gestión del doctor Julio Valle como Superintendente de Seguros de la Nación (1946…), es tradición que el Organismo de Control – invitando a todos las Asociaciones sectoriales-, realice un homenaje al prócer en la iglesia de Santo Domingo de la ciudad de Buenos Aires, donde se halla su mausoleo. Queda pendiente para otra oportunidad, comentar el origen de esta decisión, pero es del caso exponerla como llamativo dato de la realidad.

Conclusión: en consecuencia y ante lo inamovible del Día del Seguro, quizás uno deba dejar temporalmente de lado la mirada retrospectiva y dar rienda suelta a su imaginación, ilusionándose con que “algún día” la Superintendencia de Seguros de la Nación, la Asociación Argentina de Cooperativas y Mutualidades, la Asociación de Aseguradores Argentinos, CAARA (Cámara Argentina de Aseguradoras de Riesgo Ambiental), la Asociación Argentina de Productores Asesores de Seguros y la Federación de Asociaciones de Productores Asesores de Seguros, adherirán a esa nominación de don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano como PATRONO DE LA ACTIVIDAD ASEGURADORA.

Unanimidad que, sin dudas, el insigne prócer merece y que me permito proponer, por aquello tan cierto y comprobado: “soñar no cuesta nada”…

Raúl Jorge Carreira

Notas:

(1): El doctor Gotardo César Pedemonte (1896/1975), abogado, fue el primer y gran historiador del seguro argentino. Publicó numerosos libros sobre esta materia y, a nuestro entender, su obra no ha tenido aún la difusión y reconocimiento que merece.

(2): Decreto nº 24.203 del 8 de setiembre de 1944, firmado por el presidente Edelmiro J. Farrell y el ministro César Ameghino. Difundido a la plaza mediante Circular nº 88 de la SSN, fechada el 19/9/44 (Ver en http://www.historiasdelseguro.com.ar/Documento%202.pdf)

(3): “Historia del Seguro Argentino”. Y si el lector desea ratificar la profundidad de los estudios del prócer sobre el seguro, sugerimos consultar un valiosísimo dato aportado por Pedemonte en esta obra: la nota “De los seguros” que Belgrano desarrolló en “El Correo del Comercio”, nº 42, edición del 15 de diciembre de 1810. Desde la definición jurídica del seguro, hasta su función social y económica, pasando por su historia, desde la antigüedad.

(4): Y acota Pedemonte “Llamamos la atención sobre la importancia que Belgrano atribuía al conocimiento del Seguro, puesto que en su proyecto de fundar una Escuela de Comercio, lo menciona especialmente entre las materias que allí deben enseñarse. En efecto, dice en el párrafo pertinente: ‘La ciencia del comercio no se reduce a comprar por diez y vender por veinte: sus principios son más dignos, y la teoría que comprenden es mucho más elevada de lo que puede parecer a aquellos que sin conocimientos han emprendido sus negociaciones, cuyos productos habiéndolos deslumbrado les han persuadido que están inteligenciados de ellos’ “

(5): Ciudadano español, “negociante” (según el Almanaque político y de comercio) y “registrero” inscripto en el padrón de los autorizados por la Corona Española para el comercio exterior.

 

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