El trabajo a distancia ha surgido como una nueva norma durante la pandemia de COVID-19. A medida que salimos de la crisis, este cambio cultural podría permitir a las empresas situadas en los países desarrollados contratar talentos de teletrabajo en países emergentes para reducir sus costos laborales. Coface estima que el número total de puestos de teletrabajo en las economías de altos ingresos es de unos 160 millones, mientras que el número de posibles teletrabajadores en las economías de ingresos medios y bajos es de unos 330 millones.
Para las economías emergentes, esta posible deslocalización virtual podría convertirse en un pilar del desarrollo. Para identificar a los probables ganadores de esta tendencia, Coface construyó un indicador basado en cuatro criterios clave: capital humano, competitividad de los costos laborales, infraestructura digital y clima empresarial. El sudeste asiático destaca como una región con gran potencial, especialmente India e Indonesia; al igual que otros grandes países emergentes como Brasil y Polonia.
Sin embargo, la deslocalización virtual podría crear ansiedad económica entre los trabajadores de las economías maduras y convertirse en una fuente de riesgo político.
La tentación de la deslocalización virtual
Durante las últimas décadas, la deslocalización de la actividad industrial y el aumento de las cadenas de suministro globales han sido uno de los principales motores del crecimiento de la productividad. Sin embargo, desde hace varios años, estos aumentos de productividad y eficiencia están disminuyendo.
Para continuar aumentando la competitividad y reducir los costos, las empresas pueden verse tentadas a trasladar otros servicios y actividades a países con costos laborales más bajos, como ha sido el caso en el pasado con los servicios de TI y los call centers.
Con la pandemia de Covid-19, en Europa, casi el 40% de los trabajadores pasó a realizar teletrabajo regular durante el primer confinamiento en el segundo trimestre de 2020. Sorprendidas favorablemente por la productividad de sus trabajadores, las empresas se sienten cada vez más atraídas por la idea de una fuerza de trabajo virtual parcialmente globalizada. En EE.UU., la proporción de organizaciones dispuestas a contratar teletrabajadores a tiempo completo en el extranjero se ha disparado de 12% antes de la pandemia a un 36% después.
¿Cuántos puestos son teletrabajables? ¿Cuántos se pueden deslocalizar?
Cuanto más se basa una economía en actividades de servicios basados en el conocimiento, más apta para teletrabajar es su mano de obra. En una encuesta de trabajadores estadounidenses realizada en octubre de 2020, el 62% de los encuestados con educación universitaria declaró que su trabajo se puede llevar a cabo de forma remota. Según la Organización Internacional del Trabajo, solo el 13% de los puestos de trabajo en los países emergentes son teletrabajables, frente al 27% en los países ricos.
Sin embargo, esto no significa que todos los trabajos puedan deslocalizarse virtualmente. Muchas tareas requieren una presencia parcial in situ, un contacto personal con los clientes o un buen conocimiento de la cultura local.
Para los países ricos, la deslocalización virtual podría convertirse en una fuente de riesgo político, del mismo modo que la desindustrialización contribuyó al populismo. Las presiones de la competencia global pueden provocar ansiedad económica entre los trabajadores con alto nivel de formación, alimentando la polarización política.
Por último, algunos países emergentes están mejor posicionados que otros para atraer inversiones de deslocalización virtual. Para identificar a los probables ganadores de esta tendencia, Coface construyó un indicador basado en cuatro criterios clave: capital humano, competitividad de los costos laborales, infraestructura digital y clima empresarial. Países como India, Indonesia o Brasil tienen un gran número de teletrabajadores potenciales y unos costos laborales muy bajos. Otros, como Polonia, ofrecen un excelente clima empresarial y una sólida infraestructura digital. Aunque China y Rusia serían, en teoría, destinos ideales para la deslocalización virtual, las crecientes tensiones geopolíticas y los problemas de ciberseguridad con Occidente serán un obstáculo importante.
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