Desde un tiempo a esta parte se producen con mayor frecuencia situaciones en el tránsito que evidencian la gravedad de nuestras conductas viales. El atropello intencionado a quienes ejercen labores de control y prevención en la vía pública se constituye en un síntoma más del grado de patología vial que vivimos.
“Cada comunidad tiene el número de víctimas viales que está dispuesta a tolerar”, es una frase que no nos cansamos de reiterar. Toleramos que un conductor conduzca con alcohol en sangre, toleramos que una persona circule con un vehículo en deplorables condiciones mecánicas…y estamos tolerando que quienes tienen la tarea de controlar y prevenir esas situaciones, sean atropellados.
Y es que al igual que un organismo humano, donde frente a ciertas enfermedades genera mecanismos de resistencia a los medicamentos que intentan combatir a los virus, bacterias o parásitos, volviéndolos ineficaces e incrementando el riesgo de propagación de la enfermedad; podríamos decir que a nivel vial está sucediendo algo similar.
Los controles (medicamentos viales), están enfrentando una fuerte resistencia por parte de ciertos conductores que evidencian con su accionar un total desprecio por la vida humana (síntoma de enfermedad vial grave).
Y es que no hace falta atropellar, las golpizas a las que son sometidos los agentes de control y la violencia hacia mujeres agentes, se constituyen en otras formas de “atropello” que tampoco podemos tolerar.
Cierto es que no se trata de todo el “cuerpo social” el que está enfermo, pero debemos tomar cuenta de que estos hechos se convierten en una alerta que no debemos subestimar.
Sabemos que la educación vial es el tratamiento adecuado, a largo plazo, para que esta enfermedad vial logre ser controlada, pero eso requiere voluntad institucional de implementarla debidamente y sostenerla a lo largo del tiempo, para que sus resultados puedan comenzar a evidenciarse.
Mientras tanto que eso ocurra, el control vial se constituye en una herramienta necesaria y estratégica, que debe ser fortalecida desde las propias áreas de gobierno, brindándoles los recursos y competencias necesarios, pero también socialmente entendiendo la importancia de su función.
Una sociedad donde intendentes comunales evaden controles y ciudadanos atropellan agentes de tránsito, es una sociedad que no está comprometida con la vida, es una sociedad que no logra entender que el siniestro vial es la principal causa de fallecimiento no natural de la población.
Desde el ISEV, nuestro rechazo profundo a estos actos de delincuencia vial y de solidaridad con los agentes viales víctimas de estas situaciones, así como también con quienes día a día se esfuerzan con su tarea preventiva y de control en las calles y rutas de nuestro extenso país.
Buenos Aires, noviembre 18 de 2016
Consejo Directivo ISEV
Cordialmente
Dr. Eduardo Bertotti
Director ISEV
El día en que los señores jueces, comprendan cuántas vidas se pierden inútilmente, por no tener el coraje de rechazar reclamos donde existe culpa grave de las víctimas afectadas por sus propias actitudes suicidas (y basta con ver cómo circulan las motos zigzagueando por la calles y avenidas, superando vehículos por la izquierda y en esquinas, peatones cruzando a su antojo por cualquier lado, etc., etc.)
Sentencias menos complacientes en cambiar el dolor por dinero (total las aseguradoras pagan y no son personas ni tienen rostros), estas liviandades generan más arrojo y audacia y nuevas victimas, que si hubieran recibido el toque de atención pertinente con sentencias ejemplificadoras, seguramente manejarían pensando en su vida y sus familias y el incierto panorama que les ocasiona su proceder.
Sin coraje, no nos debe extrañar que los siniestros crezcan cada año un poco más.
Héctor Taboas (PAS)
Me sumo y hago mías las palabras de Eduardo y Héctor.
A mi criterio, debería haber penas más duras, ya sea por quita (real) de puntos en la licencia de conducir e incluso, cuando la situación lo amerite por su gravedad, el castigo con «prisión» domiciliaria o real.
Del tema de las motos, creo que se debería analizar por parte de las aseguradoras y la justicia en general, la responsabilidad objetiva de los participantes en un accidente vial y dejar de lado el apotegma «mayor envergadura, es responsable en forma automática».
Carlos A. Dominguez (PAS)