DIFÍCIL ES DESPEDIR A UN AMIGO… GRATO ES RECORDAR CÓMO LIQUIDÁBAMOS SINIESTROS

osco mario 2Especial para El Seguro en acción

Para quienes acumulamos muchos almanaques, anoticiarnos del fallecimiento de un cofrade, ya se nos hace ya una lectura casi normal (y resignada).

Pero cuando a principios de este mes tuve el dato de que el negro Manolo Santamarina nos había dejado, algo en mí vibró en forma distinta.

Vibré porque lo recuerdo desde principios de los años ‘60, cuando Manolo junto a sus mejores jóvenes amigos decidieron renunciar al INdeR, para acoplarse en lo que pasó a llamarse Estudio Roca-Santamarina. Y así llegaron “el mono” Iglesias, “el pelado” Pousa, Abel (Gogo) Alarcia. Y luego Albani, y trascartón un joven treintañero que “venía de la noche” y todavía buscaba su rumbo. Me acuerdo perfectamente de él: se llamaba (y sigue llamándose Mario (Coco) Bosco. El suscripto, bah…).

En esa hermosa escuela, como tantos, aprendí los primeros palotes del seguro, a partir de saber que “la prima” no era Elenita, ni era Mariela, sino el precio del seguro…

Y luego llegó Albini, y luego el ex-comisario Esteban Izzo, dedicado, al principio, a “caminar” las comisarias colectando los partes policiales.

Roca, Santamarina y su equipo, tomaron el desafío de brindar a las entidades aseguradoras de plaza, sus conocimientos y capacidades profesionales en la liquidación de los siniestros. Y el boom fue inmediato. Cuando antes del cierre de la jornada debíamos revisar los casos entrados, el pinche (sic) en el cual los que atendíamos el teléfono, dejábamos ensartado el papelito con los datos, promediaba siempre alrededor de treinta…

En 1962 falleció Roca y el Estudio siguió funcionando como Santamarina-Iglesias y Cía. (la compañía era Abelito Alarcia).

Recuerdo perfectamente a aquel joven de Avellaneda, extrovertido, de sonrisa permanente, lleno de proyectos. Quien comprendió que para desarrollarlos con calidad, era menester encarar una sólida estructura, no sólo profesional sino humana. Elemento fundamental para convertirse rápidamente no sólo en el Estudio más reconocido, sino en una verdadera escuela de formadores de Liquidadores de raza, que en el decurso de los años construimos nuestras propias organizaciones, desde donde fuimos y somos los continuadores de sus enseñanzas.

Para Manolo no había siniestros lejanos; fueron años de recorrer el país “a pulmón” en aquellos trenes carretas, sulkys en rutas de tierras y, excepcionalmente aviones (a hélices). Las distancias parecían y eran interminables, sabiendo que en esos pueblos desconocidos, esperaban ansiosamente, personas afectadas por un evento.

Guardo en mis alforjas mil anécdotas de aquellos tiempos. Pero las reservo para, Dios mediante, trasladarlas a los amigos de Historias del Seguro. En este caso puntual, me viene una a la memoria.

En el año 1962, se incendió un almacén de ramos generales, en la localidad Alto Río Mayo, Provincia de Chubut, a 27 km. de la frontera con Chile. Manolo me llamó a su oficina y me dijo: Marito tenés que ir a liquidar un incendio, pero es un poco lejos…

Me subieron a un avión que me impactó: un Caravelle ¡que no tenía hélices!). Aterricé en Comodoro Rivadavia, desde allí  hasta Río Mayo (268 kms.) en Expreso Singer, durante 9 horas entre humanos y jaulas con animales caseros…Y una vez ahí, remoción en serio, minuciosa y rápida, pues a cierta hora cortaban la luz… 

Una de mis paradas, obligadas, fue el bar del club del pueblo. Por supuesto me miraron como se mira a los forasteros, y por eso me apresuré a explicar en qué andaba y, de paso cañazo, indagar sutilmente sobre la real ocurrencia del siniestro.

Me contaron que “el turco” el dueño del almacén, era un típico pionero de aquellas tierras, que luego de haberlas recorrido a pie, con su parihuela al hombro, ancló en Alto Río Mayo. Hombre probo y de confianza. Y parte de la desgracia del incendio total fue que cuando el hombre descubrió que se le estaba incendiando el negocio y, como era de práctica, empezó a disparar tiros al aire para alertar a los bomberos, el pequeño poblado se conmovió, pero los bomberos llegaron tarde…

Trabajé intensamente y cuando le anticipé al “turco“ cómo venían mis números, se mostró disconforme. Delante de mí contó la plata que tenía e insistió en el faltante. Pero yo no podía regresar a Buenos Aires sin que me firmara la conformidad.

Volví al boliche y empecé a tratar de cerrar el asunto. Así fue que pude completar la historia: hacía muy poco había llegado al pueblo un fullero, acompañado de una hermosa dama que, como era de práctica, debía cumplir doble función. Atendiendo ese costado, ennovió al hijo de “el turco”, llevó a este a la mesa de juego donde, ¡oh casualidad! empezó a sufrir severas pérdidas, que rápidamente palió metiendo la mano en la lata en la cual su padre guardaba los ahorros. ¡Allí estaba el faltante que el pobre hombre me alegaba!

Resultado: firmó la conformidad, casi sin chistar.

 

A la semana, cuando retorné, Manolo me recibió con su pícara sonrisa: ¡apareciste!, ¿dónde te habías metido?. Abrazo y relato de la historia. Misión cumplida.

Porque era allí, en medio de restos y cenizas de un incendio, donde tomamos conciencia colectiva de que éramos los portadores de una nueva conciencia aseguradora, tanto para los asegurados como para las aseguradoras 

Yo partí del Estudio en 1964, buscando el rumbo propio (que hoy orgullosamente comparto con mi hijo y mi hija, ambos profesionales acreditados), pero seguimos siendo amigos en serio, aun discutiendo de fútbol o de política.

Manolo me continuó como presidente en nuestra vieja y querida Asociación, y yo pasé a ser el Secretario.

En nuestros años de “vejentud” y hasta cuando pudimos, nos juntábamos a cenar en Piegari (debajo de la rotonda de la calle Posadas, para preguntarnos por nuestras familias, recordar -sin nostalgia- viejos tiempos, reírnos mucho y finalmente, pelearnos por pagar. Vieja rutina porteña entre gomías, simpre con el mismo final: entonces, esta vez, la propina la deja el otro.

Chau Manolo…

Mario Bosco

Liquidador Matrícula Nº 15 – SSN

[email protected]

Nota del editor: Don Manuel Antonio Santamarina falleció el ppdo. 2 de diciembre.

En El Seguro en acción lo anunciamos en http://www.elseguroenaccion.com.ar/?p=8958

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2 Thoughts to “DIFÍCIL ES DESPEDIR A UN AMIGO… GRATO ES RECORDAR CÓMO LIQUIDÁBAMOS SINIESTROS”

  1. Por el presente, hago llegar mis condolencias a los familiares y colaboradores de Manuel.
    Mario Alfredo Milone (PAS)

  2. Manolo y Pancho (*), dos lamentables pérdidas para el mercado asegurador.
    No obstante, felicito a Mario Bosco por el recuerdo de los comienzos de la profesionalización del seguro. Las nuevas generaciones desconocen lo que cuenta Mario y tiene un valor superlativo, por lo menos para mí
    Cordial saludo a Uds. y a Mario Bosco.
    Jorge Rapán

    (*) Nota del editor: cuando el licenciado Rapán menciona a «Pancho», se refiere al ingeniero Francisco Deak, recientemente fallecido.

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