Día Mundial de las Víctimas de Tránsito

Por: Asociación Civil Luchemos por la vida.

De pronto, en un instante, todo se quiebra en la vida de las víctimas de tránsito. Un hecho imprevisto, impensado, no querido por nadie, termina con la existencia de un hijo o una hija, un esposo, un nieto o toda una familia. Los que salieron de su casa para pasar un buen momento o para trabajar, como todos los días, para ver a un amigo o asistir a un familiar enfermo, para hacer una compra o buscar al hijo, no regresan.

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El día después de los familiares de las víctimas Sus vidas terminaron abrupta e inesperadamente, sumiendo a sus seres queridos en la más absoluta sorpresa, incredulidad, y desesperación. Nunca nada volverá a ser como era antes.

El doloroso proceso del duelo comienza entonces, cuando la realidad les confirma que no es una pesadilla de la que despertarán. Es cierto. Ese hijo o hija, tan queridos, esa pareja, ese hermano, ya no están. Y hay que continuar viviendo. ¿Como antes? Los sentimientos son muy fuertes y se mezclan o alternan. La bronca, por lo sucedido, “por qué a ellos”, la culpa asociada a la idea o deseo de haber podido hacer o decir algo que evitara la tragedia, que les advirtiera. “No te subas a la moto de un desconocido”. “Tengan cuidado con el tránsito en la madrugada”. “No tomes alcohol, o no te subas al coche si tomó”. “No vayas rápido”. “Ponete el casco”. Es mucha la angustia, la sensación de impotencia, la tristeza y no entender.

Al principio, la gente cercana acompaña y sufre junto a la gente querida. Pero, enseguida, cada uno sigue con su vida de siempre. Pero los familiares de los que se fueron, o de los que quedaron discapacitados gravemente, tienen un largo camino por recorrer. No solo para saber qué sucedió exactamente, para reclamar justicia, si hubiera un tercero responsable, sino también para juntar fuerza interior y seguir viviendo, hasta aceptar lo sucedido y aprender a vivir una vida diferente con los seres amados, que ya no están físicamente, sino en el corazón. Muchos pueden elaborar el duelo y recomponer sus vidas. Otros, no lo logran. Se enferman psicológica y físicamente.

Por eso, este día, el tercer domingo de noviembre se recuerda a todas las víctimas de tránsito que han perdido sus vidas, o su salud gravemente, en las calles y rutas. Pero también a las otras víctimas, sus seres queridos, que deben reconstruirse interiormente para seguir adelante. Que necesitan apoyo gubernamental para afrontar la pérdida. Que requieren atención psicológica y asesoramiento legal desde la primera hora, y después, para poder sobrellevar su duelo y no resultar victimizados por segunda vez por el Estado. Pero también necesitan que las autoridades asuman su responsabilidad con todas las acciones necesarias, para aumentar la seguridad vial, como propone el Plan Mundial para el Decenio de Acción y disminuir significativamente el número de víctimas en el tránsito. Ese es el mejor homenaje en su memoria.

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