El valor de la Inteligencia Humana

El Boletín Informativo de FAPASA distribuyó una nota que plantea una mirada crítica sobre un tema del que últimamente debatimos con frecuencia.

Un colega que prefiere no darse a conocer nos acercó esta columna que fija una posición crítica sobre la inteligencia artificial.

Teorema Insurtech: el culto a la tecnología es inversamente proporcional al conocimiento de la misma y directamente proporcional a los intereses comerciales que representa.

La tecnología no se declama; se aplica. Se aplica y no de cualquier manera. Se aplica con la inteligencia propia de los humanos, para que la sobreabundancia de datos no nos haga cometer errores, por creer que siempre más es mejor.

Equivocan el camino aquellos que creen que la tecnología va a reemplazar a sus naturales limitaciones.

Llama mucho mi atención la propensión al culto de la tecnología. Miles de artículos, Libros, Reuniones Seudo Científicas, Congresos…todos hablando de las bondades de la invasión de la tecnología en la actividad aseguradora y hasta utilizan un acrónimo en idioma extranjero para identificarse: “Insurtech”.

“Pocas cosas tan peligrosas como un irresponsable con datos y algoritmos”, dice Walter Sosa Escudero en su libro Big Data cuya lectura recomiendo fervientemente.[1]

La idea de revolución digital hay bajarla a cosas concretas” dice Maximiliano Velázquez, Director Comercial de Colinet Trotta.

Debemos recordar que el seguro es una actividad que, desde su origen, corre por los andariveles de la ciencia y la tecnología. ¿Alguien podrá creer que las bases científicas del seguro fueron descubiertas la semana pasada?

Por otra parte, quienes hacen más bulla sobre la materia, son los que se dedican a la venta de seguros de automóviles por internet, seguros por otra parte obligatorios, casi como pescar en una pecera. Su mayor contribución en materia de asesoramiento, parece ser la comparación de precios y estimular, naturalmente, la contratación del más económico; un indudable aporte al quebranto técnico observado en la cobertura, quebranto que se acentuó cuando se promovió la donación del 1% de las primas de automóviles para plantar árboles que otros destruyen para sembrar soja. Hay de todo en la viña del Señor.

Otra aspiración tan secreta como importante de los cultores de las insurtech, es deshacerse de los productores asesores de seguros, pero por las dudas que su deseo no se parezca a la realidad, quieren hacerles creer a los PAS que jamás van a dejar de considerarlos la parte fundamental de su negocio, y siempre serán sus “socios estratégicos” , que compartirán con ellos los beneficios de los adelantos tecnológicos, mientras tanto derrochan millones de pesos en publicidad estimulando la contratación directa de los usuarios, con los pobrísimos  resultados que revelan las estadísticas.

Los PAS, que se capacitan en forma permanente y obligatoria, se adelantaron en el uso de la tecnología disponible, conservan, por el valor de su asesoramiento, la mayor intermediación del mercado, siendo asimismo los proveedores indispensables de la transferencia de materia prima digital, para la emisión de las pólizas de su producción.

Tal vez no quieran advertir los talibanes del big data que los seguros no son producto de una necesidad o un deseo, comparables con una marca de cerveza.  Solo, en algunas coberturas, una obligación, razón por la cual deberían saber que los creadores de esa necesidad, en la mayoría de los casos, son los productores asesores de seguros, que advierten responsablemente a sus asegurables los riesgos a los que están expuestos y aconsejan la mejor manera de transferirlos o mitigarlos.

Imaginen esta situación. En un consultorio, el paciente le dice a su analista. “Doctor, todas las mañanas me levanto con una irrefrenable necesidad de contratar uno o varios seguros. Aún sobre riesgos a los que no estoy expuesto. Todas las mañanas me bajo dos o tres aplicaciones, y contrato digitalmente otros tantos seguros. Estoy ansioso por tener mi primer siniestro y ver cómo me llega por Internet el cheque resarcitorio. Por las noches antes de dormir leo 10 o 20 cláusulas de mis pólizas. Es una sensación única. ¿A usted que le parece?”

Frente a esta circunstancia, podríamos advertir 3 tipos de reacción del profesional interpelado.

Un terapeuta inescrupuloso podría mover su cabeza, acariciar su barbilla y decirle a su paciente; “Mire Roberto, el material que usted me trae me parece muy rico y seguramente nos remite a su primera infancia y a la falta de una protección adecuada, creo que deberíamos achicar el espacio entre nuestras sesiones para poder reflexionar sobre este tema; tal vez a tres o cuatro veces por semana.”

En cambio, otro analista, podría pensar, mientras se tapa la boca “Que loco está este tipo, como nos vamos a reír esta noche cuando se lo cuente a mi perro”.

Por último, el psicoanalista más honesto y menos chiflado seguramente sugeriría la inmediata internación de este paciente.

Si alguno de los gurúes del avance tecnológico ha llegado hasta aquí, ha de pensar seguramente que esta nota fue escrita en una vieja máquina de escribir por un negacionista del progreso tecnológico.

Se equivoca totalmente. Estoy estudiando con antigua seriedad cómo aplicar los progresos del océano de datos, agrandando la muestra casi hasta el universo, reduciendo notablemente el margen de error, para aplicarlos al cálculo de mejores tarifas, al diseño amigable de nuevas coberturas. Estoy muy seriamente interesado en promover su aplicación   a las bases científicas del futuro mercado asegurador.

No he escuchado hablar a los fans de la “insurtech”, acerca de la posibilidad de aplicar alguno de los instrumentos de su altar, para obtener, con el caudal proporcionado por la tecnología del big data,  el científico análisis  que nos permita micro segmentar las tarifas para aplicarlas con mínimo margen de error a la verdadera probabilidad del riesgo asumido en la cobertura, y que definitivamente nos acerque a resultados previsibles en nuestra operación técnica o nos aseguren un IBNR más riguroso, nos permita implementar seguros por uso, nos aseguren la micro segmentación de usuarios, la construcción de tablas domésticas para los seguros de personas, las coberturas  para medios de transporte compartidos, la cadena de bloques de uso colectivo y sistemático en el análisis de siniestros, y las miles de innovaciones que podremos tener disponibles.

Y también será necesario, en vista de algunas experiencias internacionales, prestar especial atención al contenido ético del uso de los datos, tal como expresa al respecto el comunicado de la mismísima IAIS[2], que en el ámbito doméstico han mostrado recientemente su peor cara, sus primas hermanas, las finantech.

Tal vez deberíamos pensar seriamente en un sistema de colaboración en el uso de datos, en lugar de los avances individuales de cada aseguradora. En este caso, más es seguramente mejor, para acercarnos a un sistema asegurador que mitigue en forma universal la mayor parte de los infortunios actuales de nuestros congéneres.

La inteligencia artificial por si sola nunca podrá lograrlo. Con la inteligencia humana seguro nos estaremos acercando.

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